El corporativismo es una doctrina que sostiene que la sociedad debe organizarse en función a asociaciones o gremios que representen los intereses de grupos específicos. Así, dichas instituciones negociarán a través de sus representantes con el Estados para la determinación de las políticas económicas y sociales.
Es decir, el corporativismo plantea un sistema económico y político donde las decisiones son tomadas por las instituciones y no por los individuos.
Visto desde otro punto de vista, bajo este esquema, los dirigentes de las organizaciones tienen el poder de firmar o formalizar los acuerdos sociales. Estos determinarán, a su vez, las condiciones bajo las cuales se establecerán las relaciones comerciales y laborales.
Cabe señalar que esta ideología tendría como origen la Europa de entre finales del siglo XIX e inicios del siglo XX. Así, fue inicialmente aplicada por gobiernos fascistas como el de Benito Mussolini en Italia, que creó un ministerio de las Corporaciones en 1929, un Consejo Nacional de las Corporaciones en 1930 y la Cámara del Fascio y las Corporaciones en 1939.
Tres frentes
El corporativismo también puede verse como una negociación entre tres frentes:
- Asociaciones de empresarios: Organizaciones que pueden estar agrupadas por sectores, por ejemplo, el agrícola o el textil.
- Sindicatos de trabajadores: Gremios que a través de sus representantes tratan de canalizar los reclamos de los empleados.
- El Estado: Ente que actúa como mediador entre los dos anteriores.
Tomando lo anterior en cuenta, el corporativismo puede incluir en mayor o menor medida a los trabajadores. Esto, dependiendo del poder de los sindicatos en la negociación.
Corporativismo y control estatal
Uno de los cuestionamientos al corporativismo es que ha sido utilizado como una herramienta de control por parte del Estado. Así, los dirigentes gremiales y el gobierno se alían, llegando a acuerdos que terminan favoreciendo más a las cúpulas empresariales.
Lo anterior se puede dar de distintas formas, por ejemplo, dando cargos en el gobierno a los líderes de los sindicatos o simplemente favoreciendo sus intereses personales.
Asimismo, los trabajadores, influenciados o coaccionados por sus representantes, se ponen del lado del gobierno. De ese modo, el presidente o primera autoridad de turno buscar consolidar su poder.
Por ejemplo, Argentina es conocida por ser un país con sindicatos fuertes, y esto comenzó a mediados del siglo XX. Desde los años cuarenta, el general Juan Domingo Perón, quien había dado un golpe de Estado, comenzó a negociar con distintos sindicatos para ofrecerles beneficios. Esto, a cambio de su apoyo político.
De esa manera, Perón comenzó a construir una red de sindicatos leales al gobierno, afianzando su dominio. Este puede ser un ejemplo de aplicación de la ideología corporativista.